domingo, 22 de julio de 2012

XVI




[LA PALABRA QUE HUYE]






un lenguaje como un cuerpo operado de todos sus órganos
que viviera una fracci6n de segundo a la manera del resplandor
que hablara lo mismo de la felicidad que de la desgracia


Enrique Lihn, Diario de Muerte








dedicado a la palabra que fue
ni a las palabras ni a los silencios
[hacer maravillas con el lenguaje
nosotros que hablamos tan poco
es el dilema  casi emblema
de la pleitesía dionisíaca]



I
La palabra se extravía luego de un constante abuso
y la sensanción vibrante que la antecede se desvanece, 
se desencola, se vuela como el volantín sin su hilo a mano


II
La mano que se aferra furiosamente entre las grietas del cerebro;
allí, donde los pensamientos quedan atrapados como ecos de rocas
y allí mismo en que los sentimientos son derramados
chorreando su vehemencia hasta la nuca del corazón


III
Y el corazón como una fábrica de relámpagos
te reduce a un acertijo de espasmos


IV
Ahora, ¿cómo es que un buque de guerra
que navega por tus venas
llega hasta tu dedo índice
incitándolo a tocar lo que desprecias


V
O el tsunami que roza tu piel
retumba las profundidades
desarregla la arena húmeda
trepa por tu cuello
envuelve tu oreja
inhunda tu cráneo
y rebalsa tus ojos?


VI
La garganta aúlla, 
exige una explicación,
escala sin razón, se tortura
tremolando y fabricando
una melodía senil 
de nostalgias ajadas.


VII
Las rosas flojas reposando dentro
de su botella de vidrio azul
con aguas translúcidas [como la visión]
agachadas en un vaivén somnoliento;
/esos son los pulmones,


VIII
con su agua dulce de río marrón,
marrón por cientocincuenta cigarrillos
amontonados en el cenicero, como filas de ejércitos
ya devueltos de guerras y batallas.


IX
La cordillera se retuerce,
la columna montañosa que recuerda
lo humano, y el deber de mirar al cielo
antes que éste desaparezca


X
Y duele y no hay cura
es difícil verlo y no poder cubrirlo
porque es imaginario
y el paisaje seguirá siendo el mismo
con o sin él,
pero el dolor continúa inmune,
más resignación, más dolor;
más olvido, más mordeduras


XI: EPITAFIO
La mano no encuentra su hilo al cielo
y en un paseo cósmico
ha de notar que no vale la pena
vivir errando en la tierra prometida.

Estás perdido, despegado, destetado
y lo estarás.

El sonido mudo, el mantra insignificante
ya no te deja jugar,
sólo repetir y repetir y repetir
algo que ya perdió su sentido
y que en la huida te llevó consigo.

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