martes, 15 de enero de 2013





Peces de Colores






Azotó la puerta y al mismo tiempo disparó,
eso; nadie supo en el edificio, nadie ni nadie,
que Dravec se desvanecía, lívidamente,
tal como una pileta que expele sangre
como un desodorante, y que va cayendo,
como en esas cámaras lentas contemporáneas,
de a poco, pero no sólidamente, sino como
un gas. Dravec dejaba este mundo de vivos:
un globo de carne que desinfla su espíritu. Ah!

Carmen yacía de rodillas en el piso, llorando
antes del disparo, absorbiendo ideas lamentables
como un oráculo que detecta su muerte;
todo esto sucedía en 3 minutos, los suficientes
para balear un cuerpo y dejarle ir. Muerto.
Los diamantes (ellos aún no lo sabían), descan-
saban en el bolsillo de un difunto, en algún
desprestigiado cementerio de Praga;
donde las almas comen alpiste, donde las
almas no se van a otro planeta, donde las almas
penan, donde las almas siguen vigentes: zombies.






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