sábado, 8 de diciembre de 2012



Kafka



fue hace 2 años
la tarde era calurosa,
nos arrimamos
en un sector secreto de la casa
a beber
una cerveza
y a fumar yerba,
y a hablar,
mirar el cielo derrepente,
fumar,
quemarnos los dedos,
reírnos,
y beber la cerveza.
Fue todo muy agradable,
y yo miraba sus piernas,
luego su escote largamente,
hasta terminar por desnudarla por completo
en mi delirio sensual que me llenaba
la mente de carne. En fin,
no era ese el motivo
de nuestro encuentro:
el estar ahi pasándosela bien,
intentando verbalizar coherencias
en el absurdo y parabólico
estado de la marihuana, etc.
El motivo era otro
que hoy no recuerdo.
Luego
en un punto de la tarde,
que tampoco recuerdo muy bien,
ella se paró a preparar algo para comer,
y yo prometí buscar alguna película para ver,
pero antes
estuve sentado en la
tapa del baño un momento
(nada de escatologías),
leyendo un libro de ensayos de Piglia,
uno en particular
que hablaba sobre Kafka,
sobre los traumas de Kafka
y cómo éste los había
de alguna manera exorcizado
en sus relatos.
Hablaba de uno en particular:
La Condena.
Todo el asunto
trataba de algo así
como que su padre,
su real padre,
le había negado el agua que él,
pequeño y tierno Kafka niño,
pedía a gritos;
entonces como castigo por ese escándalo
lo había puesto en el pórtico de la casa,
solo,
un buen rato.
Para Kafka este castigo había
sido incomprensible,
nunca pudo relacionar
el agua
con
el estar fuera de la casa.
Entonces
precisamente así,
pero de una manera sublime,
exagerada
y catártica,
el personaje principal
del relato
sale de la casa
y se suicida ahogándose en el río.
Una solución excesiva
por donde se lo mire.
Kafka me empezó a parecer
desde ese preciso momento
un subversivo férreo,
un revolucionario,
comencé a sentír una sincera
admiración por él
que en el presente
aún no mengua
En fin
al salir del cuarto de baño,
con esta nueva
conmoción
dándome vueltas,
la vi inclinada levemente sobre la cama
divisando algo nimio por la ventana
de la habitación,
un auto, una mujer, un perro
entonces decidí sin cálculos
que había que llevar a cabo
la teoría, la realización
exagerada
de
los
deseos
Así, levanté su falda,
corrí sus calzones
y le hice el amor
hasta que
quedamos
exhaustos
Después
mientras yacíamos
ambos en la cama
me pareció ver
a Kafka
o a un ser kafkiano
desde la ventana;
el fuego
lo poblaba
recordé que ella
también veía
algo por la ventana
¿viste fuego? - le pregunté
no me escuchó
o no entendió
y no dijo nada
ahí pensé:
"cada uno arde a
su modo
cada uno
es valiente
a su
modo"
Luego
a
ella
no la volví a ver.












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