sábado, 29 de diciembre de 2012






LA ADOLESCENCIA DEL PROFESOR




Llay Llay, 2002


- Ojalá quieras comprender esto - le dijo su abuelo
- ¿Qué cosa abuelo? - le respondió Bruno
- Tu padre ha sido un rufián desde que se hizo adolescente
- ¿Mi padre?
- Claro - le dijo encendiendo su pipa
- Mmmh -  se quedó pensativo
- No sé qué cosa lo picó a los 15 años, que se puso tan ...tan...puerco - pronunció esto último lenta y severamente
A Bruno le sonó fuerte, pero de cierta manera estaba de acuerdo
- Podría ser abuelo, es un poco despreocupado - le respondió tímidamente
- ¡Más que eso, peor que eso, es un maldito embustero, sí, un maldito embustero! - sentenció mirando la ventana

Afuera llovía, pero el sol no menguaba. La ventana era parte de una casa de madera de ébano, pequeña; con un pórtico, una cocina, una sala, el baño y la habitación del abuelo, nada más. En medio de la pradera, ustedes conocen esa pradera, de colores verdes, amarillos, tonos marrones claros. El sol enceguecía todo el paisaje a pesar de la llovizna, el cielo era blanco. Bruno mirándolo recordó aquella vez en que, luego de perder un gallito, su padre tiró el vino con cocacola de su vaso en la cara de su abuelo objetando que éste lo hacia participar en juegos ridÍculos sólo para humillarlo, para que vieran cómo lo aplastaba; grandísimo hijo de puta insultole antes de cerrar la puerta de la cocina tras de sí y encaminarse hasta el automóvil para largarse de ahí. Esa noche durmió en casa de su abuelo que en aquel tiempo vivía con su abuela. Su abuela murió 5 años luego de ese incidente, tenía diabetes. Una semana antes, recordó también, la había pillado comiendo dulces detrás de la puerta de su dormitorio, cuando lo vió se dio la vuelta quedando de frente a la pared, y dijo en voz alta , ¡de hambre no me voy a morir!. Eso en su dormitorio propio, no dormían juntos su abuelo con su abuela. Su abuelo tenia su cama en otra habitación. Suponía que el dormir juntos tenía un caracter meramente sexual para ambos. Cuando ha sido eso lo que ha predominado en la vida matrimonial, reflexionaba, la vida amorosa es sólo eso; ¿quién dijo que el sexo no era amor? Cuando se desencadena la impotencia el amor muere con ella, con la potencia sexual. Eso le daba a entender su abuelo en sus interminables soliloquios. Hubo una vez que incluso intentó darle de beber aguardiente, él contando tan sólo 10 años; todo para prolongar la velada más allá de la medianoche: su monólogo interior en voz alta. Bruno se caía del sueño y su abuelo no paraba de hablar, de su juventud, de mujeres, y cuando vio que su nieto se caía casi de la silla, le puso un vaso y una botella en frente como la sentencia de un juez con su martillo, y sirviole tres cuartos del vaso de pura aguardiente. Bébete esto, le dijo, y se una bestia como tu abuelo. Bruno lo olió y se puso a toser. Aquella vez se fue a dormir huyendo de la cocina. Su abuela le ayudó, se encargó de increpar al viejo, le dijo que no fuera un tarado, que el niño tenia 10 años, que no me podia demacrar su cuerpo tan joven con licor. 

Bruno permanecía embuído en su recuerdo cuando escuchó la sentencia de su abuelo.
- Tu papá es un maricón
Bruno abrió los ojos hasta notársele casi toda la circunferencia
-Es un maricón, y de los más complejos: un maricón intratable - agregó
-¿Cómo es eso abuelo?
Su abuelo se embulló en sus piernas como si se hubiera quedado dormido, estaba sentado en una silla de madera que soportaba sólo su cuerpo, un cuerpo casi cadavérico.
Pasaron minutos, y el viento sopló.
-¡Es un maricón!-  exclamó pegándole a la mesa. Bruno dio un salto y quedo asustado - Un ma-ri-con-  dijo casi con la misma intensidad.
El pecho de Bruno latia casi hasta vérsele a través de la ropa. No sabía precisar a qué se refería su abuelo con maricón; si a un homosexual (pasó por su mente fugazmente la secuencia de un beso con lengua de su padre con otro hombre, le dio un asco atroz, no por una ansia homofóbica, sino por su padre: esa cara fea y rota, besando adolescentes pálidos, casi morados), o a maricón con cobarde, cosa que bien vendria al caso conociendo la relación que mantenía su padre con su padre, o sea su abuelo. No se atrevió a preguntarle a qué se refería.
- Tu padre nunca cuidó a ninguna de sus mujeres, ni a tu mismísima madre santa. Podían ellas estar sorbiéndole el miembro a otro al ladito de él, y éste no daría niún ladrido. Era un maricón.
Bruno pensó que quizás a lo que se refería su abuelo era a la estupidez humana, quizás su padre no se daba cuenta, pero cuando vinósele el rostro de su padre a la cara, endemoniada, cambio de parecer, o al menos de supuesto; su padre podía follar como un estúpido, pero follaba mucho, que es lo importante. Podía hacerse el desentendido, podía expresar indiferencia, si es que la indiferencia se puede expresar, y luego darle unos ataques privados de rabia, rabia exuberante, y romper cuanto tuviera cerca al llegar a su casa. Su padre, más que nada, y esta era la conclusión a al que había llegado luego de mucho meditar el asunto, era que éste  un neurótico-psicópata, y a momentos tiraba para psicótico furioso, lo que era ya de temer. Nunca se adaptó a nada. y alguna veces daba la sensación de no estar tampoco, era un fantasma, al menos eso era lo que Bruno sentía.
- Te contó lo que hizo con la hija del Pancho, ahh, Pancho Pobla, ese otro hijo de puta...
Su abuelo se refería a Francisco Puebla, uno de los amigos más antiguos de su padre, habían asistido juntos a la escuela, luego en el liceo Pancho se retiró, y se puso a trabajar de verdulero. Después, viendo que el negocio no fructificaba, se hizo narco, vendiale los restos de la cocaína más adulterada a los habitantes de los contornos de la ciudad, la comarca lumpesca, Y se hizo una fortuna considerable. Pero, bueno, su abuelo al que se refería era al Pancho rufián y adolescente, el pobre y desorientado, no a este exitoso negro, sino aquel que conoció en casa cuando su padre lo llevó por primera vez a tomar té. A su abuelo le pareció un chico cualquiera, sin embargo cuando comenzó la deglución de los panes con mermelada se percató de la astucia y sinverguensura de este tipo, que se llevo 5 panes a la boca en menos de 15 minutos sin dar ni siquiera las gracias o el permiso ni sonreirle al consternado anfitrión como señal de respeto. Cuando la mesa estaba llena de platos y tazas sucias y migas y manchas de té, Pancho se paró y preguntó por el baño. Y el abuelo dijole: los perros cagan afuera. Pancho estalló en risas. Con esas risas su abuelo se dio cuenta que este rufián se traía algo debajo de la manga. Así después con el transcurrir de la amistad con su padre incluso su abuelo llego a estimarlo de tal manera que le aconsejaba a su hijo que se hiciera hombre como su amigo Pancho, que no fuera maricón. Pancho fue padre a los 17. A los 34 su hija tenia 18, pero recién cumplidos, que es lo mismo que decir 17. Y el padre de Bruno una noche se acostó con ella. Se habían juntado a beber pisco en la casa de Pancho como acostumbraban a hacer en los 90. Este vivía en Santiago en una casucha cercana al barrio Bellavista, vivía por el momento solo con su hija, la madre se habia ido de viaje a Perú a coordinar un envio de merca y no llegaria hasta en 2 semanas más, situación que a Pancho le vino como anillo al dedo para desatarse, y qué mejor que con su gran amigo. Bebían pisco con cocacola, se endurecian con la reserva personal de coca de buena calidad de Pancho, veían  videos de conciertos, tocaban la guitarra y hablaban de su juventud. Llegaron incluso a los golpes del entusiasmo de su velada. Fue hasta que Pancho se quedó dormido en el sofá, eran eso de las 3 de la mañana cuando su padre se dirigió hasta el baño y en el camino encontró la luz encendida de la habitación de la hija. Esta reposaba sobre las mantas de su cama, con las rodillas dobladas, sosteniendo en los muslos un libro o un cuaderno. Llevaba pijamas, un pijamas como de franela corto y escotado. Cuando ella se percató de su presencia le dijo ah, hola. Hola le respondió este, como un niño idiota. Qué buscas?, le preguntó. Eh, iba al baño, no sabia que estabas en casa. Ah, si, estaba estudiando. Su padre ingresó en la habitación. Conversaron más o menos una hora, y luego de eso ambos estaban ya desnudos follando mientras el padre Pancho reposaba su cuerpo entumecido de brebajes crapulosos en la sala; su hija gemía desaforadamente, y Pancho no despertaba.
-La niñita se enamoró de tu padre - le dijo su abuelo - y lo buscó y lo buscó y lo buscó. Tu padre, el maricón, huyó como las comadrejas a Argentina, nos dijo a mi y a tu abuela que se iba por temas de la universidad, que quería sacar un doctorado, no sé qué, pero yo sabia que ese rufián andaba arrancando del enfurecido Pancho y de su hija inocentemente enamorada; pobre hijo de puta de Pancho Pobla.
Pancho llego alguna vez hasta donde su abuelo diciéndole que si su hija hubiese tenido 17 se habría encargado él mismo de cortarle las bolas con cortauñas, de incinerarle el pene, de romperle el orto martillazos. Pero su hija enamorada hasta la ebriedad lo defendió, le dijo, mintiéndole por supuesto, que ella lo habia incitado a acostarse con él, que él estaba borracho, que no sabia lo que estaba haciendo; ella le envió cartas diciéndole que todo iba a estar bien, cartas que por supuesto su padre nunca leyó, sino la pensionista que le arrendaba la pieza en el barrio Matucana, durante aquella época, a donde eran remitidas. Ahora, como es que Pancho supo que su hija se había acostado con su padre?, pues ella misma se lo contó. Tan enamorada estaba que pensaba en voz alta.
- Una de las tantas de tu padre- le dijo su abuelo antes de pararse a buscar más tabaco
Bruno se ensimismó, se hundió en su corriente de pensamientos, en ella aparecía y desaparecía una niña hermosa con sensuales muslos. Aparecía un hombre peludo. Aparecía la cara de Pancho,a quien conoció, pero en el pensamiento este tenia el pelo negro. Pero nunca apareció su padre. Hubiese sido insoportable imaginarlo llevando a cabo esas obscenidades, su padre, tan delicado que era. Desaparecía su padre de su imaginación, como un recorte.
-Abuelo, voy a cortar leña - le pegó un grito Bruno hacia el pasillo, como hablándole a una caverna.
Afuera ya casi llovía, y el recuerdo de su padre lo decepcionaba cada vez más, no hay padre, no hay sol.
Fue cuando escuchó una motoneta que se acercaba desde la profundidad del bosque. Un joven de su misma edad iba montado en ella. Bruno se sobrecogió.












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