jueves, 18 de octubre de 2012




INTENTO DE AULLIDO AUTOMÁTICO ACERCA DEL ACTO DE LA ESCRITURA




Abandonado por los diccionarios a petróleo
no me dejo callar así como así por las Universidades y sus conserjes
ni por unos energúmenos gramáticos: padres repletos de quemaduras de inciensos
que recogen tildes en los desagües de una ciudad retórica
o en esos llanos poblados de bigotes y falsa nostalgia

Me ensaño, me brotan letras como enemas, o como quiasmas
y busco en una oscuridad blanda un abierto estremecimiento
ese cosquilleo oído a duras penas por el altoparlante del matadero
por el que sale esa voz de médico-juez que informa las horas de fallecimiento de los poetas
que es como informar heridas: heridas que ya no manan

Este abrir, o esa abertura en la lucidez
episódica, que ni yo me la creo,
muy a menudo se hace pasar
por mareos o ululares dignos de la psicosis
los diccionarios huyen despavoridos de estos especímenes-palabras
como si fueran la mismísima carnicería romana

Nadie nace con el problema del saber, Kantinomio
es desdeñable ese ejercicio cuando se sostiene que la locura es un infortunio
pero qué más se puede hacer para que esto no se llene
este paraguas invertido que junta más lluvia de la que cae: para que no cumpla sus forzosos objetivos
lo que llegó hasta aquí primero fue un jeroglifico y luego
lo teorizaron
y eso fue todo y lo demás se lo han
metido al bolsillo
se han echado a dormir en una de las orillas del trópico
se han echado a dormir

Esta piedra no era para nosotros, pibes
era para un montón más de mundo
no se enojen si digo todo
el mundo. Ese todo-mundo: fábrica de máquinas para producir otras fabricas de máquinas
y nosotros todo lo soportamos menos
los restos   los vestigios
de esas piedras de mano

Todavía vivimos en la casa de los románticos
de un alma con bellos flancos
decorado de blondas de fierro horneado
de paredes empapeladas de juguetes y en el fondo
en alguna de sus tantas habitaciones
en intemperancia se divisa y huele la sonrisa de una santa desnuda
cuya mirada a veces extraviada, siempre roja
a mi parecer anuncia: sí Diez, las espadas se acabaron
todo era ficción, una forma de
cambiar el hastío por una repugnancia
payasa, payásamente lúcida
que genera la pedagogía del profesor rural,
del académico del Nilo, del gramático babilónico
(resignación sabia anotan los libracos prudentes)
Pero lo siento pibes, yo no acabo de tragármelo:
lo que resta de dos poemas es la solidez amable de su barro,
el barro que siempre mana, como la baba del poeta-herida

Cuando ya es necesario caer de la cama
a otra por el sueño,
un sueño sin equilibrios, que se la pasa
caminando sobre líneas, o justificando contornos;
lo veo andar fatigosamente:
un guarén del porte de un perro.
Y asi me prometo: me encomiendo a este sueño
como quienes a pesar de su voluntad de sedas
y para nada involuntarias se encomiendan a dios
arrodillados en un baño, que no es baño, y en una lengua líquida
que reza felicidad pero que muerde. Entonces sentado,
peinándome con aparente tranquilidad, saco cuentas
en un sector de esta ciudad:
el MAMUT VACÍO.





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