martes, 16 de octubre de 2012





no se escupe el cielo en un vaso, Diez
sabes muy bien que esto resiste el puro viaje de ida
eso está tan claro como el nacimiento, por eso yo no entiendo
como es que cargas con esa ligereza en los hombros la rabia de tu perro
para mi eso es una irresponsabilidad dramática, yo obvio a los demás parias
y al desespero; pero es que ese perro te ladra y te ladra, y ya es imprudente no verlo
y tú lo sabes bien pero te desentiendes, te haces el loco sabiendo
que eso precisamente te enemista de los divinos locos
y es que cuando más de tres bocas te rodean subrayándote
con espadas fluorescentes, como quien dirigera el aterrizaje de
un avión lleno de presidentes, la incorrupción
de los valores sociales, la sacralidad de la cultura
tan inevitable como caprichosa, tú te haces el sin perro
a sabiendas de la locura te encoges de hombros y el tufo canino
esperas a que pase desapercibido, o ya, si ni modo,
lo escondes a patadas cobardemente en tu cueva-garganta
construida a gritos: el techo agujereado de tu corazón

yo por mi parte, Diez, a sabiendas de la locura
me abandono a este juego con su comienzo amable,
rayano a la vertiginosidad de los fetos,
pero que con ese tiempo de malos humores se cola
y se cola, dejando a la vista de hecho su tenebroso
lecho, su almohadón de plumas de águila.
y a medida que se acerca
la dedicaciòn total a este juego trabajoso,
su amabilidad mengúa, y en el frente no se avizora
nada más que peladeros y trincheras abandonadas
pero este impulso estúpido, mezcla de pereza
y heroísmo, me esmera en perpetrar el asalto de todos modos
o al menos intentarlo con la fidelidad del kamikaze

y si de humanos se trata, este es el camino de la felicidad

no se escupe el cielo en un vaso, Diez, no es tan fácil
y sabes muy bien que esto aguanta el puro viaje de ida

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