viernes, 12 de octubre de 2012

AL DESESPERO



odio, como si las cosas hubiesen sido ayer
y yo, agotado por el largo camino de los idiotas
me la hubiese pasado de siesta en siesta
perdiéndomelo todo. cayéndoseme los oros
al piso, mugroso; y como, como si todas las revoluciones
posibles ya llevadas a cabo regalaran el resultado de lo mismo
odio, sensación de monos prendidos del fuego, ellos mismos
en desesperaciones calculadas que conducen al fin más bello
pero también mortuorio: un olor a catacumbas, un olor a muerto
yo también cambié de orden las palabras para ver qué ocurría
también me hice pasar por personas desconocidas
para descubrir otras sectas, otros rezos,
pero los resultados fueron fatigosos, y también, la mayor de las veces,
                                                                                                [patéticos
odio sí, caminé hasta el cansancio, no sé si buscando, no lo creo
dejando en los archivos divinos unos movimientos tiesos
pero que quedarían guardados de todos modos como desesperación,
                                                                                           [la misma, creo
ay, estoy casi enfermo, soportando el frío indeseable de cualquier cristiano
a esta hora de nadie, con el hocico entumecido, escribiendo
no sé si buscando, no lo creo. pero la vida en fin son giros
que cesaron desde un principio


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